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Felicidad y política ¿un imposible?

Usted se preguntará cómo se pueden conectar temas que son aparentemente tan disímiles como felicidad y política. Los conceptos parecen alejarse uno del otro hasta ser antagónicos, nosotros en este caminar hemos encontrado que no son antagónicos y que uno depende del desarrollo del otro. Ahora, cuál es el punto de encuentro, lo explicaremos a continuación. Entendemos por política la lucha por el poder, la organización de los Estados y lo que estos hacen para el desarrollo de sus ciudadanos; sobre la felicidad sabemos que el ser humano siempre la persigue como un fin, pero ¿qué es la felicidad? Para Aristóteles la felicidad es un bien supremo, es aquello que da sentido y finalidad a todo lo que quiere el hombre.


Entonces ¿cómo conectamos la felicidad con la política? Aquí empezamos a responder nuestra pregunta: la felicidad no es antagónica a la política porque la política es el campo de las decisiones, es ahí donde los que nos gobiernan determinan de muchas formas nuestro bienestar y sin ese bienestar no podremos alcanzar el bien supremo que es la felicidad, si bien es cierto que un buen gobierno no garantiza que usted en su fuero íntimo sea feliz, la política debe impulsar acciones sobre lo fundamental para hacer posibles las condiciones materiales y sociales que permitan a los ciudadanos alcanzar el estado de felicidad. Es por eso por lo que en este trasegar hemos encontrado que el problema no es la política misma sino la forma cómo se hace la política.


¿Es usted feliz con las decisiones de los políticos que gobiernan nuestro país, departamento o municipio? Tanto usted como yo coincidimos en que NO. Entendamos que la política es una actividad valiosa para la autorrealización de las personas y de los pueblos. Aristóteles afirmaba que la política se define por los fines que realiza, es decir, el bien común. Esto significa que si la política no busca el bien común es mala política, a esta mala política la denominamos política de los infelices, porque no trae ningún beneficio para nadie; no es feliz, aunque lo parezca, el que la ejerce ni para el que fue diseñada, la política de los infelices hace que solo unos pocos puedan alcanzar el bien supremo por medio del desarrollo de sus capacidades.


El desprestigio de la actividad política reside en quienes la ejercen: políticos y ciudadanos. Votar sin revisar lo que un candidato propone y cómo lo propone nos hace directos responsables de los problemas sociales, ambientales y económicos del país y por tanto responsables de nuestra propia felicidad. Si asumo mi responsabilidad como ciudadano, si entiendo que la política incide en mi felicidad porque determina las condiciones sociales, culturales políticas y económicas, seré crítico y reflexivo sobre quienes hacen la política, les exigiré que cumplan con su función real: tomar decisiones para generar el bien común y desarrollar el bienestar que todos necesitamos para alcanzar la felicidad.


La política de los infelices no ha podido garantizar las condiciones básicas para una vida digna y feliz, cada cuatro años se eligen políticos infelices y nada cambia, todo continúa igual o incluso peor, cada cuatro años la esperanza se queda en promesas e ilusiones falsas y la resignación triunfa, por eso, nosotros hemos decidido creer que es posible transformar la política de los infelices en la Política de la Felicidad.


La Política de la Felicidad es posibilitar las condiciones materiales y sociales para que los individuos sean felices. Que la ciudad y la región marchen bien son requisitos fundamentales para el bienestar de cada hombre, de cada mujer, de cada niño, de los abuelos y lo más importante de nuestra familia.


Cuando superemos los problemas que impiden que la política genere el buen vivir, tendremos ciudadanos y votantes que no permitirán más política de los infelices. Así, la política cumplirá su función esencial: crear condiciones para que haya ciudadanos felices, la política es nuestra aliada, es nuestro medio, las condiciones para generar la felicidad es nuestro fin. Si tomas la responsabilidad de la política, tomas la responsabilidad de tu felicidad y la de muchos.


Duvalier Sánchez Arango

Edición de Lorena Belalcazar


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